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Científicos caribeños alertan catástrofe climática

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La isla de Nieves está sufriendo la erosión de sus costas. Crédito: Desmond Brown/IPS

La isla de Nieves está sufriendo la erosión de sus costas. Crédito: Desmond Brown/IPS

Por Desmond Brown
CHARLESTOWN, San Cristóbal y Nieves, May 23 2013 (IPS)

El Caribe no puede darse el lujo de tomarse un tiempo para actuar contra el cambio climático. De hecho, se encuentra al borde de una catástrofe, alertó el científico jamaiquino Conrad Douglas.

El experto, quien ha publicado más de 350 informes sobre manejo ambiental y asuntos relacionados, subrayó que la región necesita “una acción urgente en todos los niveles”.

El especialista alertó también que la presencia de dióxido de carbono en la atmósfera está llegando a un punto límite.

“Hay 445 partes por millón (PMM) de dióxido de carbono, esto es apenas cinco PPM por debajo… del límite que fue proyectado como catastrófico para el mundo”, dijo a IPS.

Dado que cada año se suman 2,5 PPM a la atmósfera, Douglas advirtió que dentro de dos años la Tierra alcanzará un punto decisivo, en el que eventos climáticos aun más catastróficos podrían azotar a la población mundial.

“Hemos llegado a una coyuntura en la que todo el planeta afronta una situación precaria”, dijo el científico. “Nos dirigimos a un momento peligroso para la Tierra”, alertó.

“Consecuencias potencialmente irreversibles”

El año pasado fue el más cálido de la historia reciente, con las temperaturas más altas desde que comenzaron a ser registradas en 1895.

“Aún recordamos al huracán Sandy… y la destrucción que causó en nuestra región y en la costa oriental de Estados Unidos”, indicó Douglas, antes de puntualizar que muchas partes afectadas todavía no se han recuperado.

Otro científico especializado en clima, John Crowley, dijo que el ciclo del nitrógeno en el planeta se ha desequilibrado gravemente debido al uso excesivo de fertilizantes no orgánicos.

“Eso, según especialistas, tiene consecuencias catastróficas y potencialmente irreversibles, que obligan a repensar los sistemas agrícolas, incluyendo el uso de fertilizantes”, dijo a IPS.

Estos dos científicos participaron de una reunión de expertos sobre formulación de políticas ambientales, celebrada el 15 y el 16 de este mes en esta ciudad y auspiciada por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).

“En 2011, cuando por primera vez analizamos estos temas, quedó claro que el conocimiento sobre el cambio climático en el Caribe es insuficiente”, indicó Crowley, también representante de la Unesco.

En 2009, un grupo de artistas jamaiquinos lanzaron una campaña de educación nacional sobre cambio climático. Fue parte de un proyecto implementado por Panos Caribbean, organización regional que ayuda a periodistas a cubrir temas de desarrollo sostenible, y por el Comité Nacional de Educación sobre Ambiente.

Los artistas produjeron un paquete de información diseñado para educar al público jamaiquino, que incluyen un disco compacto de canciones sobre el recalentamiento planetario, con un tema principal titulado “Cambio climático” y que también tiene su video clip.

Un asunto mundial

“Creo que finalmente hemos despertado a la urgencia de la situación, y que finalmente hemos puesto a prueba y excedido la capacidad del planeta de absorber y asimilar los contaminantes que creamos y descargamos”, dijo Douglas.

“Lo que necesitamos ahora es nada menos que algo como un Proyecto Manhattan” pero para rescatar a la Tierra, sostuvo.

Marcus Natta, analista de proyectos del Ministerio de Desarrollo Sostenible de San Cristóbal y Nieves, dijo a IPS que la reunión había sido muy oportuna.

“Lo importante de esta conferencia particular es que se concentró en la acción. Creo que a diferencia de muchas otras reuniones, si esta vez realmente podemos concretar a acción luego de la planificación, lograremos un gran éxito”, señaló.

La pequeña isla de Nieves es considerada uno de los pocos paraísos de la Tierra que permanece intacto y una de las maravillas del Caribe. Douglas espera que las acciones acordadas en la reunión sirvan para preservarla así.

“Esperamos que, en el contexto que afrontamos hoy, se puedan preservar su belleza y encanto por mucho tiempo mientras tomamos acciones sabias para proteger el hábitat de la humanidad y de todas las criaturas vivientes”, dijo el científico a sus colegas.

“Tenemos que protegernos a nosotros mismos. Son nuestras actitudes, nuestros valores y nuestro fracaso en cambiar nuestro comportamiento que nos llevaron a este punto crítico”, alertó.

Además señaló que la humanidad va por un camino que “amenaza con sumergirnos en un ciclo perpetuo de pobreza y miseria”.


Cuba inaugura temporada ciclónica con lluvias buenas y malas

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La Habana también se mojó. Jorge Luis Baños/IPS

La Habana también se mojó. Jorge Luis Baños/IPS

Por Patricia Grogg
LA HABANA, Jun 8 2013 (IPS)

El comienzo de la temporada ciclónica, que según pronósticos será activa, se dejó sentir en Cuba con lluvias intensas que desbordaron ríos e inundaron amplias zonas de la occidental provincia de Pinar del Río, aunque Andrea, la primera depresión tropical del año, no llegó a convertirse en huracán.Las precipitaciones más intensas cayeron sobre Pinar del Río, en el extremo oeste de esta isla caribeña, desde los primeros días de junio, cuando se instaló un área de bajas presiones localizada en el Golfo de México. Al ganar esta en organización, se transformó en Andrea, con vientos máximos sostenidos de 95 kilómetros por hora y rachas superiores.

Las lluvias también afectaron a las provincias de Artemisa y Mayabeque, aledañas a la urbe capitalina. En La Habana se registraron precipitaciones menos intensas que en Pinar del Río.

Andrea se alejó de la porción más occidental de Cuba el jueves 6 con rumbo a territorio estadounidense, donde tocó tierra con vientos máximos sostenidos de 100 kilómetros por hora en la costa oeste del sudoriental estado de Florida.

Según informes de este viernes 7 del Centro Nacional de Huracanes (CNH) de Estados Unidos, se esperaba que el meteoro continuara desplazándose cerca de la costa este de ese país hasta este sábado 8, con vientos máximos sostenidos de 75 kilómetros por hora.

Una depresión tropical se convierte en huracán categoría uno cuando sus vientos alcanzan entre 118 y 152 kilómetros por hora.

Pero en Cuba, el impacto de las intensas y pertinaces precipitaciones causó daños, pero también beneficios.

“Por acá ha llovido mucho, pero los sembrados de maíz lo agradecieron. Además se ahorró agua de riego”, dijo a IPS la campesina María Antonia Lemez, trabajadora de una granja estatal en Mayabeque, quien tampoco apreció daños en otros cultivos.

Inclusive en Pinar del Río, la más afectada, no todo fueron malas noticias, pues sus 24 embalses incorporaron 187 millones de metros cúbicos en apenas seis días, un volumen que elevó el nivel de llenado de los reservorios acuíferos de 50 a 83 por ciento de la capacidad total, de acuerdo a informes oficiales.

Según datos preliminares ofrecidos por el diario Granma, poblados enteros de esa provincia, paso frecuente de ciclones tropicales, se encuentran inundados.

“No hay tierras bajas que no estén anegadas por las repetidas precipitaciones o la crecida de los ríos”, indicó el periódico, que estimó en 3.000 las personas evacuadas a sitios seguros, ya sea a viviendas de familiares o albergues.

“Las lluvias han sido muy fuertes. En mi casa, que está reparada de no hace tanto, comenzó a entrar agua por la ranuras entre las paredes y las puertas”, informó a IPS, vía telefónica, la pinareña Sarilena Ramos.

Otra mujer consultada, que pidió no ser identificada, aseguró que “hacía muchos años” que no llovía tanto en Pinar del Río. “Ni con los ciclones”, remató.

El conteo de perjuicios brindado por Granma incluye afectaciones en alrededor de 40 casas de curar tabaco. Esa provincia es responsable de 70 por ciento de la producción nacional de la hoja y una parte considerable de las capas usadas para vestir los famosos habanos.

También serían considerables las pérdidas agrícolas, pero su cuantía se conocerá cuando baje el nivel de las aguas, abundó la fuente.

En La Habana, las precipitaciones no fueron de envergadura y los embalses no superaron 30 por ciento de llenado. Las autoridades habrían extremado precauciones en las zonas costeras, reconocidas como puntos críticos de inundaciones, aunque las lluvias no provocaron “un estado crítico” en los 15 municipios capitalinos.

Un informe del Centro del Clima del Instituto de Meteorología señala que el período lluvioso en Cuba se extiende de mayo a octubre, durante el cual se produce aproximadamente el 80 por ciento del total anual de precipitaciones. Los meses más expuestos del período son mayo, junio, septiembre y octubre.

El reporte añade que las precipitaciones dependen de la influencia de los sistemas migratorios de la zona tropical, tales como las ondas y las bajas tropicales, y de su interacción con sistemas de latitudes medias, así como por la presencia de ciclones tropicales, principalmente entre agosto y octubre.

El centro de pronósticos del Instituto de Meteorología de Cuba prevé un comportamiento activo para esta temporada, con la formación estimada de 17 tormentas tropicales. Nueve de estos fenómenos podrían alcanzar la categoría de huracanes en toda el área norte del océano Atlántico, que incluye el Golfo de México y el mar Caribe.

Citada por medios cubanos de comunicación, la meteoróloga Maritza Ballester Pérez calificó de alto el peligro de que por lo menos uno pudiera llegar a Cuba, según la cantidad prevista y las condiciones oceánicas y atmosféricas presentadas durante este año.

La especialista advirtió, sin embargo, que estas predicciones se hacen sobre la base de esquemas estadísticos que, debido a su naturaleza intrínsecamente probabilística, pueden errar en ocasiones. Recordó, en ese sentido, que lo imprescindible es la preparación previa ante cada temporada ciclónica, aún cuando se pronostique que el riesgo de la nación sea bajo.

Cuba pone cada año en práctica un sistema de prevención y preparación a cargo de la Defensa Civil para mitigar el impacto de los frecuentes huracanes que pasan por el archipiélago y otros eventos extremos, como sequías o inundaciones, con el cual ha logrado evitar la pérdida de vidas humanas.

A pesar de ello, los perjuicios materiales aún suelen ser cuantiosos. El impacto en 2008 de tres huracanes costó al país 10.000 millones de dólares, según cifras oficiales.

El 25 de octubre del pasado año, el huracán Sandy embistió Santiago de Cuba y otras dos provincias orientales con particular fuerza y un saldo de 11 personas fallecidas y graves daños económicos, cuya cuantía no se reveló oficialmente.

Entre expertos parece existir consenso sobre que los huracanes pueden ser más intensos en el futuro debido a los efectos del cambio climático. De ahí que insistan en que la estrategia apunta a reducir vulnerabilidades ante los desastres naturales y aumentar la educación de la población para, entre otros aspectos, elevar la percepción de riesgos.

Sandy fue el decimoctavo ciclón tropical de la temporada de 2012 y el décimo en alcanzar el grado de huracán. Sus vientos y lluvias afectaron a Haití, República Dominicana, Jamaica, Cuba, Bahamas, Bermudas, Estados Unidos y Canadá, dejando a su paso millonarias pérdidas económicas y casi 200 muertos.

Los nombres reservados para la actual temporada ciclónica son Andrea, Barry, Chantal, Dorian, Erin, Fernand, Gabrielle, Humberto, Ingrid, Jerry, Karen, Lorenzo, Melissa, Néstor, Olga, Pablo, Rebekah, Sebastián, Tanya, Van y Wendy.

Los huracanes se ponen cada vez más recios en el Caribe

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Calle de las afueras de Santiago de Cuba después del paso de Sandy. Crédito: Jorge Luis Baños/IPS

Calle de las afueras de Santiago de Cuba después del paso de Sandy. Crédito: Jorge Luis Baños/IPS

Por Patricia Grogg
LA HABANA, Jun 27 2013 (IPS)

Meteorólogo de larga trayectoria, José Rubiera prefiere hablar de “perspectivas” en vez de pronósticos ante esta nueva temporada de huracanes en la región caribeña. Su apuesta pasa por la reducción de vulnerabilidades y una buena preparación de las personas, al margen de vaticinios.

Expertos del Instituto de Meteorología de Cuba prevén para el período que va del 1 de junio al 30 de noviembre la formación de 17 tormentas tropicales, nueve de las cuales podrían alcanzar la categoría de huracanes en toda el área norte del océano Atlántico, que incluye el Golfo de México y el mar Caribe. Uno de esos organismos podría impactar en Cuba.

Rubiera, director del Departamento de Pronósticos del Instituto de Meteorología, comienza la entrevista con IPS aclarando que se trata de un área muy grande, en la que una ciudad cualquiera, como la propia La Habana, cabe millones de veces, porque “son punticos en el mapa”. No es posible saber con tanta antelación por dónde va a cruzar un huracán.

“La perspectiva de una temporada activa solo quiere decir que las condiciones meteorológicas generales (…) son conducentes a que pueda haber una generación mayor que en un año normal”, sostiene el también vicepresidente del Comité de Huracanes de la Región Cuarta de la Organización Meteorológica Mundial (OMM).

IPS: La temporada ciclónica de 2012 fue activa. Después de tres años de calma para Cuba, pasó Sandy por la región oriental, causando estragos y tomando por sorpresa a muchos de sus habitantes. ¿Por qué?

JOSÉ RUBIERA: Hubo varios factores. En primer lugar, por Santiago de Cuba habían pasado hasta entonces solamente dos huracanes, ninguno de gran intensidad, y sus trayectorias fueron de este a oeste. Son los casos de Ella en 1958 e Inez en 1966.

Sandy fue el primero que azotó a la provincia de Santiago de Cuba, y con trayectoria de sur a norte. Su centro tocó tierra en la madrugada del 25 de octubre, cerca de playa Mar Verde, al oeste de la urbe santiaguera.

Por lo tanto, el anillo de vientos máximos de Sandy cruzó la ciudad de Santiago de Cuba, cuya topografía es montañosa y tiene edificios con una gran concentración de personas. Sus  habitantes no tenían la visión histórica de lo que era en realidad un huracán.

IPS: ¿Sandy dejó alguna lección a Cuba?

JR: Yo creo que sí. La lección que deja Sandy es que todo huracán es peligroso y que no se deben menospreciar los efectos que pueda ocasionar. También que toda gran ciudad tiene que estar preparada, puesto que presenta una mayor vulnerabilidad que cuando se trata de poblaciones aisladas o más pequeñas.

En áreas del país que no sufren estos eventos con frecuencia o gran intensidad hay que reforzar la educación y elevar la percepción del riesgo.

IPS: ¿Qué condiciones propiciaron este tipo de huracán tan intenso y devastador?

JR: Yo no diría que fue muy intenso. Al llegar a Cuba ya era categoría tres. Sí hablaría de su rápida intensificación, que no es lo mismo.

Desde que Sandy se hizo huracán categoría uno, al sur y próximo a Jamaica, hasta que llegó a la costa de Santiago de Cuba mediaron 17 horas. En ese lapso fue de categoría uno a tres.

¿Por qué razón? Bueno, allí había condiciones extremadamente favorables para ese desarrollo. La temperatura del mar era altísima, de 31 grados, y en la atmósfera superior había condiciones que propiciaban una gran inestabilidad atmosférica.

IPS: ¿Ese fenómeno es nuevo?

JR: En los últimos huracanes de este comienzo de siglo XXI, estamos acostumbrados a ver casos de rápida intensificación como el Wilma, que en su tránsito por el mar Caribe, en octubre de 2005, pasó de categoría uno a cinco en 18 horas.

Esa es una manifestación de que estamos viviendo una época en la que la temperatura del mar crece y las condiciones de la atmosfera superior propician la intensificación. Estos casos son ahora un poco más frecuentes, quiere decir que algo está cambiando.

IPS: Parece haber consenso en que el cambio climático no es causante de más huracanes,  pero sí de que estos sistemas aumentarían su intensidad. ¿Cuál es su opinión al respecto?

JR: Exacto. Aunque el huracán es un fenómeno de escala muy pequeña, comparable con los modelos que se usan para la estimación del cambio climático, hay determinados elementos que parecen apuntar a que el número no será mayor, quizás sea igual o incluso pudiera ser menor. Pero la intensidad de estos sistemas será mayor, lo mismo que los niveles de pluviosidad hacia 2100.

Ese es el consenso del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) y de especialistas en ciclones tropicales que han discutido el asunto. Yo concuerdo con esa apreciación.

IPS: ¿Qué desafíos impone el cambio climático a la meteorología?

JR: El cambio climático impone retos en muchos aspectos. Para la meteorología, el desafío mayor es poder saber con la mayor exactitud posible qué va a pasar. Eso no es posible en el momento actual. Hay un factor de incertidumbre, pero que está acotado. Puede haber un grado de temperatura por encima de lo normal, y hasta cuatro grados.

Es decir, hay cosas ciertas. Si se siguen emitiendo gases de efecto invernadero, la temperatura va a subir, pero ¿cuánto? Ahí está el factor de incertidumbre que depende mucho de los modelos. Ese es uno de los retos, poder conocer en cierta medida qué va a ocurrir en el futuro.

IPS: ¿Cómo es la relación de los servicios meteorológicos de Cuba con los de Estados Unidos?

JR: Entre los especialistas estadounidenses y cubanos hay muy buenas relaciones. Ellos han estado aquí, nosotros hemos estado allá. Existe un intercambio muy fluido.

El gobierno cubano autoriza el vuelo por nuestro territorio de sus aviones caza huracanes cuando se solicita por los canales diplomáticos establecidos. Nunca ha habido dificultades en ese sentido.

Materiales de construcción a la cubana para resistir ciclones

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Los bloques artesanales para la construcción de viviendas se elaboran en el propio municipio El Grego, provincia Ciego de Ávila. Crédito: Jorge Luis Baños/IPS.

Los bloques artesanales para la construcción de viviendas se elaboran en el propio municipio El Grego, provincia Ciego de Ávila. Crédito: Jorge Luis Baños/IPS.

Por Ivet González
CIEGO DEL ÁVILA, Cuba, Jun 29 2013 (IPS)

Casas de recias paredes de mampostería y fuertes techos de hormigón armado que parecen resistir cualquier tormenta tropical o huracán se alzan en la periferia de esta central ciudad cubana, gracias a la incipiente producción local de materiales de la construcción.

“La gente ha ido mejorando sus casitas en este barrio, que es bastante nuevo. Nosotros apoyamos a los vecinos y trabajadores de aquí, que compran los materiales y les prestamos la máquina de hacer bloques”, explicó Arcides Pérez, dueño de una pequeña fábrica de bloques. “Solo les cobramos la electricidad que gastan”, dijo a IPS.

Enclavada en las afueras de Ciego de Ávila, 434 kilómetros al este de La Habana, esta industria artesanal y ruidosa puede producir con suministros constantes hasta 1.000 ladrillos de cemento diarios. Cuenta con tres moldes para elaborar igual número de tipos de tanques de asbesto cemento, que llevan el rótulo de “Arcide, C. de Ávila”.

Dos procesadoras de cemento, carretillas, palas y una máquina eléctrica que hace dos bloques por minuto son operados por siete hombres, mientras dos mujeres participan en los trabajos de acabado y preparación de la materia prima. El equipo ofrece los servicios de traslado de los tanques y el montaje en techos o como cisternas.

Para obtener la materia prima, Pérez y su colectivo viajan a las fábricas de cemento de Santi Spíritus y Santiago de Cuba, respectivamente a 360 y 847 kilómetros al este de La Habana, para recuperar los residuos que desechan, que luego lo mezclarán con el hormigón adquirido en tiendas estatales para hacer sus bloques y tanques.

La construcción de viviendas constituye una prioridad en la actual reforma económica del país. Por ello, entre los primeros cambios figuró la venta de materiales de la construcción en moneda nacional, la diversificación de la oferta y la apertura de créditos y subsidios para familias con bajos ingresos.

Las autoridades aspiran a que dentro de dos años 70 por ciento de las actividades productivas del sector de la vivienda sean realizadas por actores no estatales, en busca de revitalizar un ramo centralizado durante décadas por el Estado.

Buena parte de los hogares requieren reparaciones estructurales, debido al deterioro del fondo habitacional por los problemas económicos que Cuba arrastra desde hace más de 20 años, el incumplimiento de planes constructivos, los altos precios de los materiales y la mano de obra, y los daños de los ciclones que azotan con frecuencia al país.

Sandy, el huracán que asoló la región oriental en octubre de 2012, afectó 137.000 viviendas en Santiago de Cuba, 65.000 en Holguín y 8.750 en Guantánamo, las otras dos ciudades más afectadas de la zona, según un informe de la oficina de la Organización de las Naciones Unidas en Cuba.

Los eventos extremos como lluvias intensas se acentuarán debido al cambio climático en la región del Caribe, donde el sector de la vivienda fue el que menos atención recibió en la última década, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe.

En particular, los meteoros tenderán a intensificarme con mayor rapidez, explicó a IPS el meteorólogo José Rubiera.

En 2008, los huracanes Fay, Gustav, Ike y Paloma trajeron las mayores afectaciones registradas desde 2001 hasta la actualidad al deteriorar 647.111 casas en la nación cubana. De ellas, 84.737 se derrumbaron totalmente, según la estatal Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI).

Frente a ese panorama, el principal reto sigue siendo elevar la producción de materiales de la construcción, un problema que comienza a tener algunas soluciones a nivel local. Iniciativas privadas como la de Pérez amplían un poco el reducido acceso a los bloques, uno de los materiales más demandados en las tiendas estatales.

“Vendemos los bloques a cinco pesos (unos 25 centavos de dólar), igual que el Estado”, indicó Pérez. “El aseguramiento de los materiales es inconstante porque escasea el cemento en los establecimientos. Hace tres meses que solo reparo y hago tanques, además de trasladarlos y montarlos, por la falta de cemento”, agregó.

Rodobaldo Ibarne, de 60 años, apostó por alternar la elaboración de bloques por encargo con su empleo en una empresa estatal de la construcción. Solo con una pala, una carretilla y un molde, él obtiene junto con otro trabajador hasta 80 bloques diarios en Grego, un reparto en las afueras del municipio de Ciego de Ávila.

“Las tiendas estatales no satisfacen la demanda”, contó a IPS este vecino, quien no puede ampliar su negocio por problemas de salud y la carencia de espacio.

La producción de varios insumos básicos en Cuba decreció en 2012, según los últimos datos aportados por la ONEI. Los techos metálicos, las tejas de asbesto cemento y las vigas de acero negro fueron los rubros que más cayeron. Asimismo, en 2011 se concluyeron 32.640 viviendas en el país, mientras que el pasado año 32.103.

Para mejorar la vivienda, el investigador Fernando Martirena propone diseñar materiales de la construcción más ecológicos y baratos, que sean obtenidos de manera industrial, a la vez de fortalecer la producción y aprovechamiento de las capacidades locales con la creación de pequeños talleres de ecomateriales.

La fábrica Siguaney, de Santi Spíritus, comenzó a producir en abril las primeras 240 toneladas de un cemento ecológico obtenido por el estatal Centro de Investigaciones y Desarrollo de Estructuras y Materiales (Cidem), de la Universidad Central Martha Abreu, de las Villas, dirigido por Martirena.

Este producto, a base de metacaolín (obtenido a partir del mineral caolín) y piedra caliza sin quemar, se comercializará a partir de 2014. “Reduce el costo de producción en 28 por ciento y contribuye a mitigar los efectos del cambio climático, al reducir las emisiones de dióxido de carbono durante la fabricación”, detalló el experto a IPS.

El Cidem trabaja desde 1995 directamente con comunidades cubanas en el desarrollo de un sistema para la producción local de materiales de la construcción elaborados con baja energía y reciclados, como tejas de microconcreto TMC, cementos puzolánicos CP-40, elementos prefabricados, áridos y ladrillos de cerámica roja, entre otras tecnologías adecuadas para zonas rurales y periurbanas.

Sandy elevó la percepción de riesgo en Santiago de Cuba

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El emblemático parque Carlos Manuel de Céspedes, en el corazón de la urbe, tendrá que esperar muchos años para reemplazar los árboles que perdió. Crédito: Jorge Luis Baños/IPS

El emblemático parque Carlos Manuel de Céspedes, en el corazón de la urbe, tendrá que esperar muchos años para reemplazar los árboles que perdió. Crédito: Jorge Luis Baños/IPS

Por Patricia Grogg
SANTIAGO DE CUBA, Aug 7 2013 (IPS)

Pasados nueve meses, en esta oriental ciudad cubana se sigue considerando el paso del huracán Sandy como la peor catástrofe sufrida en muchas décadas, aunque sus vecinos han logrado restañar parte de las heridas infligidas y aseguran que estarán mejor preparados si el fenómeno se repite.

“Ahora tenemos más información (…), más conciencia de lo que pasó, que fue muy duro”, dijo a IPS la música Melly Álvarez, de 31 años, residente en el castigado centro santiaguero. “Nunca pensamos que nos podía suceder algo así. Después de Sandy seguimos alertas a los avisos meteorológicos, tomamos medidas, así que ya no habrá sorpresas”, señaló.

Para expertos, toda ciudad debe tomar previsiones ante un huracán y más aún con las características de Santiago de Cuba, con una topografía montañosa y edificios densamente poblados.

“En áreas del paí¬s que no sufren estos eventos meteorológicos con frecuencia hay que reforzar la educación y elevar la percepción del riesgo”, explicó el meteorólogo José Rubiera, en una entrevista reciente con IPS.

El derrumbe de una edificación aledaña causó serios daños a la casa de Álvarez, aún construida a medias y con mucho esfuerzo por su familia. “Al principio hubo corrupción en la distribución de los materiales, pero las autoridades tomaron medidas y se aceleró el proceso de rehabilitación. Hay más organización”, relató.

Sin lugar a dudas, el sector habitacional sufrió el mayor rigor de los vientos de hasta 200 kilómetros por hora que cruzaron la ciudad en la madrugada del 25 de octubre de 2012.

Según cifras oficiales, fueron destruidas 15.888 casas y otras 22.000 sufrieron derrumbes parciales. El total significa la mitad del parque habitacional de esta ciudad distante 847 kilómetros de La Habana.

Muchos inmuebles perdieron sus techos y la demora en recuperarlos genera impaciencia y malestar en las familias. “Necesitamos seis millones de metros cuadrados de cubiertas y la producción del país apenas supera el millón”, indicó a corresponsales extranjeros Madeleine Cortés, vicepresidenta del estatal Consejo de Administración de la provincia de Santiago.

Las personas cuyas viviendas resultaron dañadas cuentan con la bonificación estatal de 50 por ciento del precio de los materiales y créditos bancarios con bajas tasas de interés y mayores plazos de pagos. En el caso de quienes directamente se quedaron sin vivienda, el Estado asume los costos de los préstamos y además subsidia a las familias de menores ingresos.

Cortés explicó que como parte de la estrategia de recuperación se trazó un programa que debería concluir en 2019 con 21.400 viviendas construidas para beneficio de los damnificados del huracán Sandy y familias de barrios precarios.

Según las autoridades, en toda nueva edificación se tiene en cuenta tanto el riesgo de huracanes y de sismos.

En Mar Verde, el pequeño balneario situado al oeste de la urbe santiaguera por cuyas cercanías tocó tierra el huracán Sandy, más de 40 familias aguardan esperanzadas la construcción de una comunidad que reemplace a la que fue arrasada por el mar. Mientras tanto, permanecen alojadas en las cabañas antaño dedicadas a vacacionistas.

“Se está buscando el terreno, que debe ser firme y más alejado de la costa, como estaba decidido desde antes del desastre”, apuntó Heriberto Téllez, de 53 años, custodio de una cooperativa agropecuaria, quien, como sus vecinos, aspira a que las nuevas viviendas vengan con los equipos electrodomésticos que se llevaron las aguas.

“Somos un país pobre, todo a la vez no se puede. Ya nos tocará”, comentó a IPS.

Campesinos del litoral sur de la provincia santiaguera relataron que en esa zona lo peor fueron las secuelas del huracán. “Con los ciclones, uno se pone contento porque traen agua, pero Sandy no alivió la intensa sequía que hay por aquí. Prácticamente no ha llovido en estos nueve meses”, contó a IPS el productor Carlos Arias, presidente de una cooperativa agropecuaria de la zona.

Arias añadió que, debido al estrés posterior al desastre, las conejas, cerdas y otras reproductoras de ganado menor dejaron de parir, las aves ponedoras bajaron su producción de huevos, las vacas dieron menos leche y hasta las abejas estuvieron un tiempo sin elaborar miel. “Fue una catástrofe que vamos sentir por unos cuantos años”, se lamentó.

El gobierno de Raúl Castro estimó a fines de julio en casi 7.000 millones de dólares los daños provocados por Sandy en el sector inmobiliario, viales y de servicios de energía eléctrica y telefonía, tanto en Santiago de Cuba como en las vecinas Holguín y Guantánamo, las tres provincias más afectadas, como en los causados por las intensas lluvias e inundaciones en la región central del país.

Solo en Santiago, las pérdidas ascendieron, según sus autoridades, a unos 4.700 millones de dólares, de los cuales 2.600 se deben a la destrucción total o parcial de las viviendas, un sector que habitualmente sufre con mayor rigor el embate de los frecuentes huracanes.

En 2008, la tormenta tropical Fay y los huracanes Gustav, Ike y Paloma dañaron 647.111 casas en el país.

La incidencia de los eventos climatológicos ha obligado al gobierno cubano a destinar la mayoría de los recursos asignados a vivienda a reponer los inmuebles dañados total o parcialmente por huracanes e intensas lluvias. El déficit habitacional del país ronda ya las 700.000 unidades, según datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe.

La porción más oriental de Cuba afronta también el peligro latente de desastres telúricos debido a la cercanía del sistema de fallas Bartlett-Caimán, que constituye el límite activo de las placas litosféricas de América del Norte y del Caribe. También en este caso, la calidad de las viviendas constituye una de las mayores vulnerabilidades en esta nación con 11,2 millones de habitantes.

Estados Unidos abre el paraguas

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Embarcación que la corriente arrastró a lo largo de Croton-on-Hudson, unos 50 kilómetros al norte de Manhattan, tras el huracán Sandy. Crédito: Katherine Stapp/IPS.

Embarcación que la corriente arrastró a lo largo de Croton-on-Hudson, unos 50 kilómetros al norte de Manhattan, tras el huracán Sandy. Crédito: Katherine Stapp/IPS.

Por Jared Metzker
WASHINGTON, Aug 20 2013 (IPS)

El gobierno de Estados Unidos se dispone a proteger a sus comunidades vulnerables ante desastres relacionados con el cambio climático, un año después de que el huracán Sandy devastó la costa este del país.

Un grupo de tareas de la Presidencia divulgó el lunes 19 un informe en el que detalla una estrategia para reconstruir la región devastada en octubre de 2012 por Sandy y proteger a la nación de futuros eventos extremos vinculados al cambio climático.

La “Hurricane Sandy Rebuilding Strategy” (Estrategia de reconstrucción tras el huracán Sandy) incluye 69 recomendaciones políticas, algunas de las cuales ya están en práctica.

Los autores sostienen que están diseñadas para “ayudar a los dueños de viviendas a permanecer en ellas y a repararlas, a fortalecer las pequeñas empresas y a revitalizar las economías y garantizar que comunidades enteras estén mejor capacitadas para soportar y recuperarse de futuras tormentas”.

La disposición del gobierno a confrontar directamente los desafíos relacionados con el cambio climático es vista con buenos ojos por algunos expertos ambientales.

“Es absolutamente crucial que Estados Unidos tenga en consideración al cambio climático mientras decide cómo invertir dinero en reparar y reconstruir infraestructura”, dijo Janet Larsen, directora de investigaciones en el Earth Policy Institute, un grupo de expertos con sede en Washington, en diálogo con IPS.

Larsen cree que Estados Unidos aprendió a los golpes que sus comunidades son vulnerables al recalentamiento planetario.

“Cuando miramos los costos de los desastres nacionales… empieza a quedar claro que esos costos superan a los de reducir el uso de combustibles fósiles”. Janet Larsen, del Earth Policy Institute.
“Hace 10 o 15 años, si uno preguntaba dónde era probable que hubiera ‘refugiados climáticos’, comúnmente se creía que sería solamente en las pequeñas naciones insulares. Pero luego del huracán Katrina”, que azotó a Estados Unidos en 2005, hubo 25.000 personas “que tuvieron que abandonar sus hogares, y muchas aún no regresaron”, destacó Larsen.

Veintirés agencias federales participaron en la redacción de la estrategia, lideradas por el Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano de Estados Unidos.

Las recomendaciones buscan “reducir la burocracia”, pero quienes promueven soluciones más localizadas señalan que en realidad la incrementan, ya que hay muchas agencias involucradas.

“Hablan de una mejor coordinación”, dijo Tad DeHaven, analista presupuestario en el Cato Institute, en diálogo con IPS. “Pero la realidad es que hay demasiados federales en la cocina”.

Mientras, el estudio presenta pautas para usar los 50.000 millones de dólares autorizados por el Congreso legislativo y aprobados en enero por el presidente Barack Obama para reconstruir la región nororiental.

Según el Departamento de Vivienda, la estrategia también busca “servir como modelo para comunidades de toda la nación que enfrentan mayores riesgos de eventos meteorológicos extremos y continuar ayudando a reconstruir la región afectada por Sandy”.

La agencia enfatiza dos de sus recomendaciones como de particular impacto, y ambas giran en torno al potencial de una meteorología más extrema en el futuro.

Una es iniciar “un proceso para priorizar todos los proyectos de infraestructura a gran escala y mapear las conexiones e interdependencias entre ellas, así como pautas para garantizar que todos esos proyectos se construyan para soportar los impactos del cambio climático”.

Otra es “consolidar la infraestructura energética para minimizar los cortes de electricidad y la escasez de combustible –y garantizar la continuación del servicio de telefonía celular- en caso de futuras tormentas”.

El informe también urge a crear una “herramienta de proyección de aumento de nivel del mar” que esté públicamente disponible, a fin de mantener informadas a las comunidades vulnerables sobre cómo pueden cambiar los niveles del agua.

Tales medidas “mejorarán nuestra capacidad de soportar y recuperarnos efectivamente de futuros desatres relacionados con inundaciones en todo el país”, sugieren los autores.

La cruda verdad

En línea con una tendencia que se propaga por todo el planeta, el objetivo declarado de estas nuevas recomendaciones oficiales es lograr comunidades “resilientes”, que tengan capacidad “para responder efectivamente a una tormenta importante, recuperarse rápidamente de ella y adaptarse a las condiciones cambiantes, al tiempo de adoptar medidas para reducir el riesgo de daños significativos en una futura tormenta”.

Larsen sugirió que parte de este énfasis puede estar mal ubicado. Aunque el concepto de “resiliencia” se menciona unas 300 veces en el estudio, las causas del cambio climático, como las emisiones derivadas de la quema de combustibles fósiles, prácticamente no se abordan, dijo.

Aunque elogió el informe por reconocer el desafío del cambio climático, lamentó la falta de atención que se presta a estas causas.

Larsen planteó que conceptos positivos como la reconstrucción son populares desde el punto de vista político y, por lo tanto, más fáciles de proponerle al público, mientras que las “crudas verdades” que ponen al país a la defensiva no tienen un buen impacto en la imagen “dominante” que Estados Unidos tiene de sí mismo.

DeHaven coincidió en que la política está en juego en la estrategia que se centra en el plano federal. Dijo que el Estado y los políticos, sin considerar los costos a largo plazo, a menudo aceptan con demasiada rapidez los dólares federales.

Pero los costos a largo plazo, según DeHaven, son gobiernos estaduales y locales que dependerán de cheques federales y, por lo tanto, tendrán menos control sobre sus propios destinos.

“Una vez que el gobierno federal interviene y acumula poder, incluso después de que cede el problema original, tiende a no renunciar a ese poder”, dijo.

DeHaven también señaló que las políticas federales han agravado la vulnerabilidad al subsidiar seguros con primas por debajo del valor de mercado, lo que alienta la construcción en áreas riesgosas.

Para Larsen, un mejor plan nacional incluiría un calendario más rápido para reducir las emisiones y aceptar el hecho de que “puede haber algunas áreas en las que no construyamos en absoluto”.

“La idea principal debería ser que cuando miramos los costos de los desastres nacionales y entendemos que el cambio climático contribuye con su ocurrencia, empieza a quedar claro que esos costos superan a los de reducir el uso de combustibles fósiles”, enfatizó.

Esperando la próxima supertormenta

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El centro del huracán Sandy tocó tierra en la madrugada del 25 de octubre cerca de playa Mar Verde, al oeste de la ciudad de Santiago de Cuba. Crédito: Jorge Luis Baños/IPS

El centro del huracán Sandy tocó tierra en la madrugada del 25 de octubre cerca de playa Mar Verde, al oeste de la ciudad de Santiago de Cuba. Crédito: Jorge Luis Baños/IPS

Por Samuel Oakford
NUEVA YORK/LA HABANA, Oct 31 2013 (IPS)

Hace un año, el huracán Sandy devastó el nororiente de Estados Unidos, causó daños estimados en 68.000 millones de dólares y paralizó el centro financiero del mundo.

Pero días antes, en el mar Caribe, la misma tormenta había azotado de modo implacable Jamaica, Haití, Cuba y otros países, sembrando muerte y destrucción a su paso. La región apenas empieza a recuperarse.

El huracán fue uno de varios de las últimas décadas que antes los meteorólogos antes consideraban probables “una vez en el siglo”.“Por cada dólar que no se gaste en adaptación (al cambio climático), se gastarán seis o siete en unos pocos años”. – Guido Corno, del PNUD

Ahora, esos pronósticos parecen obsoletos.

“El poder de estas tormentas está fuera de toda previsión”, dijo Guido Corno, principal asesor técnico del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), en diálogo con IPS.

Sandy fue una tormenta enorme, más grande que cualquier otra en los últimos 100 años”, agregó.

Los científicos creen que, para fines de este siglo, el cambio climático aumentará la severidad y frecuencia de eventos meteorológicos extremos como Sandy.

Para las naciones más pobres del Caribe, tal vaticinio es un fantasma aterrador.

Estela de destrucción

El 24 de octubre del año pasado, Sandy se convirtió en un huracán de categoría uno e impactó en Jamaica, causando daños generalizados en el este de la isla.

Setenta por ciento de los jamaiquinos quedaron sin electricidad, y en la parroquia (distrito) de Portland, sobre la costa noreste, 80 por ciento de las casas perdieron sus techos, según la Cruz Roja.

En Haití, aunque la tormenta solo bordeó la franja costera, dejó casi 50 centímetros de lluvia en el sur del país y fue un duro golpe para cientos de miles que continúan sin hogar tras el terremoto del 12 de enero de 2010.

En 2012, la tormenta tropical Isaac dañó partes del norte, luego apareció una sequía y después Sandy. El efecto combinado golpeó a los agricultores de Haití y colocó a 1,5 millones de personas en riesgo de desnutrición.

A los habitantes de Santiago de Cuba, acostumbrados a tormentas que habitualmente impactan en el occidente de la isla, Sandy los tomó de sorpresa bajo la forma de una tormenta de categoría tres, con vientos de hasta 110 kilómetros por hora. Once personas murieron y la mitad de las casas de la ciudad quedaron destruidas o muy dañadas.

“Ahora sé qué es un huracán. Cuando venga otro, no tardaremos” en huir, dijo a IPS el adolescente Rey Antonio Acosta, de 12 años, quien escapó de Sandy con su hermano mayor.

Aunque el huracán fue el más mortal que azotó Cuba en siete años, la cantidad de víctimas fue relativamente baja.

El tradicional sistema de defensa civil del país, que alerta a todos los ciudadanos en caso de desastre, permite planificar con anticipación los operativos para los huracanes inminentes, en los últimos tiempos con la ayuda de modelos de cambio climático, y ponerse en acción rápidamente tras el paso de los mismos.

La Organización de las Naciones Unidas (ONU) destaca que las iniciativas de prevención de desastres en Cuba incluyen “una sesión de dos días de capacitación en la reducción de riesgos para huracanes, que se completa con ejercicios de simulación y acciones concretas de preparación” como modelo para el Caribe.

De todos modos, un año después de Sandy los esfuerzos de recuperación del gobierno, complicados por la debilitada economía y por el embargo impuesto por Estados Unidos, no logran reducir el déficit de vivienda que afecta a todo el país y que existe desde mucho antes de la tormenta.

Vulnerabilidad

En Haití, como en buena parte de la región, “el agua es el principal problema”, dijo Johan Peleman, director de la Oficina de las Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) en Haití.

Puerto Príncipe, una ciudad de casi 2,5 millones de habitantes, no tiene saneamiento.

El huracán agravó la presencia del cólera, que se presume ingresó al país junto con los cascos azules y que desde 2010 ha infectado a más de 650.000 haitianos, de los que murieron más de 8.000.

“Las enfermedades por la mala calidad del agua ya estaban entre las principales asesinas en masa en Haití”, dijo Peleman a IPS.

La solución, crear de cero un sistema de agua y saneamiento con financiación institucional, puede insumir décadas hasta completarse.

Tras décadas de tala ilegal, solo dos por ciento del país está forestado, y hay muchas áreas vulnerables a los deslizamientos de lodo que pueden arrasar barrios enteros cuando las lluvias son intensas.

Los manglares, que sirven de barrera natural contra huracanes y que en los últimos tiempos estuvieron al borde de una catástrofe ecológica en Haití, se han incluido en los planes de contingencia y se están recuperando, de modo lento pero seguro.

Después del terremoto y de Sandy, el gobierno haitiano, con una importante ayuda financiera del exterior, inició un plan para reducir la vulnerabilidad, mapeando los barrios según su evaluación de riesgo y señalando las casas con rojo, naranja y verde para indicar su habitabilidad.

En julio, 279.000 desplazados vivían todavía en campamentos que se establecieron luego del terremoto, aunque a esta altura ya es difícil determinar cuál de las catástrofes los dejó sin techo.

Un futuro impredecible

Para una región sacudida por la temporada de huracanes del año pasado, la tercera más activa de que se tenga registro, 2013 resultó perturbadoramente tranquilo.

El cambio climático puede afectar la ya imprecisa ciencia de pronosticar el tiempo, dijo Kathy Ann Caesar, meteoróloga jefa en funciones en el Instituto Caribeño para la Meteorología y la Hidrología, en Barbados.

“Esta temporada de huracanes, los pronósticos fueron de actividad normal o superior a la normal”, dijo Caesar a IPS. Pero tal actividad no se manifestó, y “no hubo huracanes con nombre”.

En septiembre, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de la ONU sostuvo que la temperatura media global podría aumentar incluso 4,8 grados para fines de este siglo, con lo cual se afectarían la seguridad alimentaria y se perjudicarían muchos países en desarrollo.

Cabe esperar años como 2013, que no deberían tomarse como indicadores de tendencias, según el IPCC.

Incluso en un país tan pequeño como Haití, cuyo territorio del noroccidente experimentará aumentos de temperatura superiores a los del resto del país, se prevé que los efectos del cambio climático variarán mucho.

De modo similar, en Jamaica los estudios climáticos “proyectan que tendremos más lluvias en los próximos 20 años, y luego una declinación”, dijo Albert Daily, del Ministerio de Agua, Tierras, Ambiente y Cambio Climático.

“Habrá menos huracanes, pero serán más fuertes”, señaló.

Daily agregó que el aumento del nivel del mar plantea una severa amenaza a todo lo construido en la costa. Los países de la región están intentando atajar ese peligro cambiando el diálogo sobre cuestiones ambientales.

“Estamos incluyendo políticas sobre cambio climático en la planificación y en la legislación”, dijo Daily a IPS.

Parte del esfuerzo consiste en convencer a donantes extranjeros y a los tesoros de países muy endeudados, como Jamaica, de que los costos iniciales de planificar considerando el cambio climático son la mejor inversión que puede hacer un país.

“Está demostrado que por cada dólar que no se gaste en adaptación (al cambio climático), se gastarán seis o siete en unos pocos años”, dijo Corno.

“Esos costos continuarán disparándose a menos que uno tenga un plan a largo plazo”, añadió.

Con aporte de Patricia Grogg (La Habana).

Ciudades caribeñas deben prepararse para huracanes más intensos

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Tres personas transitan con el agua por las rodillas por una céntrica calle inundada en enero de 2017 por la penetración del mar, en el barrio del Vedado, en La Habana, la capital de Cuba, con una creciente vulnerabilidad ante los efectos del cambio climático. Crédito: Jorge Luis Baños/IPS

Tres personas transitan con el agua por las rodillas por una céntrica calle inundada en enero de 2017 por la penetración del mar, en el barrio del Vedado, en La Habana, la capital de Cuba, con una creciente vulnerabilidad ante los efectos del cambio climático. Crédito: Jorge Luis Baños/IPS

Por Patricia Grogg
LA HABANA, Aug 10 2017 (IPS)

Los huracanes, cada vez más  intensos y destructivos  por el cambio climático, obligan a Cuba y otros países del Caribe a aumentar sus previsiones para proteger sus ciudades y construir viviendas y edificaciones más seguras y resistentes a fuertes vientos y lluvias inclementes.

Antes del inicio de cada temporada ciclónica – del 1 de junio al 30 de noviembre-, este país ensaya un sistema de prevención para mitigar riesgos y evitar víctimas en caso de desastres. Aun así, el huracán Sandy, que el 25 de octubre de 2012 cruzó Santiago de Cuba causó  11 muertes y  destruyó la mitad del fondo habitacional de esa ciudad oriental.

Los más de 500.000 habitantes fueron sorprendidos por ese evento categoría tres de la escala Saffir-Simpson que atravesó la urbe de madrugada con su anillo de vientos máximos.

El meteorólogo cubano José Rubiera alerta que toda ciudad de la cuenca del Caribe tiene que estar preparada, pues su vulnerabilidad es mayor que comunidades con poblaciones más pequeñas o aisladas.

La experiencia de ese municipio distante ‎897 kilómetros de La Habana ha hecho preguntarte a los 2,2 millones de habitantes capitalinos que les pasaría ante la embestida de un huracán igual o más poderoso que Sandy, que causó también estragos en Bahamas, Estados Unidos, Haití, Jamaica y República Dominicana y que en su recorrido dejó 147 muertos.

Según el censo de 2012,  La Habana dispone de 709.508 viviendas particulares. Pero ese fondo habitacional  tiene una edad promedio de 80 a 90 años y ante la falta de un mantenimiento adecuado no pocos barrios exhiben un estado de esas edificaciones que va de regular a muy mal.

Estudios sobre el riesgo que representan los vientos en La Habana advierten que un huracán categoría tres (vientos de 179 a 209 kilómetros por hora) pudiera afectar a 74.551 personas y dañar 94 000 viviendas, en tanto uno de categoría cinco, con vientos superiores a los 250 kilómetros por hora, impactaría a 207. 000 personas y causaría daños a 5. 262 .000 viviendas.

“Yo he hecho trabajos en edificios cayéndose, donde vive gente porque no tiene otra opción”, confió a IPS el albañil Antonio Miret, de 33 años.  “Muchas personas tienen techo de tejas y quisieran tener de placa (de hormigón armado). La gente que tiene dinero prioriza arreglar los techos, pero muchos no tienen esa posibilidad”,  señaló.

 

Fachada de una casa destruida por los efectos del paso del huracán Sandy, en la localidad del Cobre, en la oriental provincia de Santiago de Cuba, que azotó la zona en 2012. Crédito: Jorge Luis Baños/IPS

Fachada de una casa destruida por los efectos del paso del huracán Sandy, en la localidad del Cobre, en la oriental provincia de Santiago de Cuba, que azotó la zona en 2012. Crédito: Jorge Luis Baños/IPS

Miret aseguró que efectúa su trabajo “a conciencia” para asegurar la fortaleza de lo que construye. “Pero los clientes no me piden mucho cosas más fuertes, que aguanten los ciclones”, agregó, ejemplificando la escasa percepción de riesgo que existe pese a que la región occidental, donde se ubica La Habana, es la más azotada por huracanes en este país insular.

Este trabajador privado incluye dos anillas de metal en las bases de hormigón para colocar tanques de reserva de agua en las azoteas. “En tiempos de huracán, las personas pueden asegurar con facilidad los tanques si los amarran con sogas de las anillas”, explicó.

La Habana no sufre de manera directa un huracán desde 1944. El 18 de octubre de ese año, la ciudad fue azotada durante varias horas por vientos huracanados que dejaron 300 muertos. Casi siete décadas después,  los expertos no descartan que la experiencia se repita y alertan que la ciudad debe estar preparada para esa eventualidad.

Los especialistas coinciden en que una estrategia encaminada a reducir vulnerabilidades pasa por reforzar las viviendas, sus techos y ventanas con material resistente y correctamente instalados, así como fortalecer la capacitación y estudios de riesgo en los municipios y la percepción del peligro en la población.

Para el investigador ambientalista Luis Lecha, también es necesario planificar los costos para el soterrado de las redes eléctricas, que excepto en la Habana Vieja,  uno de los 15 municipios que conforman La Habana, son aéreas y sufren graves daños con la embestida de los vientos huracanados, privando a la población de ese servicio por varios días.

“A más largo plazo, habría que desarrollar un  programa de adaptación para la convivencia con los huracanes, basado en el fortalecimiento progresivo de la infraestructura constructiva y en el reordenamiento territorial urbano”, señaló a IPS.

Dos trabajadores laboran en la reconstrucción de un edificio que resultó dañado por el paso del huracán Sandy en 2012 por la ciudad de Santiago de Cuba, en el oriente de la isla caribeña. Crédito: Jorge Luis Baños/IPS

Dos trabajadores laboran en la reconstrucción de un edificio que resultó dañado por el paso del huracán Sandy en 2012 por la ciudad de Santiago de Cuba, en el oriente de la isla caribeña. Crédito: Jorge Luis Baños/IPS

El ingeniero y profesor universitario Carlos Llanes recomienda techos de una y dos aguas (inclinados) como los más adecuados para resistir vientos extremos.  “La experiencia en el Caribe es que cuanto más empinada la cubierta, mayor es la resiliencia”, comentó a IPS. El académico estimó que esta sería también una buena solución en el caso de los edificios urbanos.

Se puede aplicar soluciones arquitectónicas en lo alto de las edificaciones con inclinaciones en la cubierta para que no se retenga el agua de las lluvias y para que el viento tenga presión, no succión allá arriba, explicó este ingeniero.

Como modelo, Llanes recordó como los campesinos aún hoy se refugian cuando hay tormenta en el tradicional “vara en tierra”, un rancho (choza) con un techo de guano (hoja de palma) en ángulo agudo que llega hasta el suelo.

Este especialista aconseja además priorizar las instalaciones de salud de la ciudad aplicando la estrategia de hospitales seguros frente a desastres.  Un centro sanitario de ese tipo ya existe en el municipio especial Isla de la Juventud, situado en la región suroccidental de Cuba, a unos 150 kilómetros de La Habana.

En Cuba, con una población de casi 11,2 millones, más de 8, 5 millones habitan en zonas urbanas, en una región como la de América Latina donde 86 por ciento de sus habitantes residen en ciudades.

Los ranchos “vara en tierra”, unas construcciones tradicionales de los campesinos cubanos destinadas a guardar las cosechas, han pasado a ser utilizadas con éxito para guarecerse ante los huracanes o lluvias tropicales, gracias a sus techos de hoja de palma muy oblicuos y pegados al suelo. Crédito: Jorge Luis Baños/IPS

Los ranchos “vara en tierra”, unas construcciones tradicionales de los campesinos cubanos destinadas a guardar las cosechas, han pasado a ser utilizadas con éxito para guarecerse ante los huracanes o lluvias tropicales, gracias a sus techos de hoja de palma muy oblicuos y pegados al suelo. Crédito: Jorge Luis Baños/IPS

A nivel mundial, la Organización de Naciones Unidas alerta que hacia 2050 habrá unos 6.300 millones de personas viviendo en ciudades y a medida que se intensifican los efectos del cambio climático, la resistencia y flexibilidad de los centros urbanos se hace más necesaria.

El cambio climático amenaza a las naciones del Caribe insular no solo con huracanes más intensos, sino con lluvias mayores o menores, ascenso del nivel del mar, intrusión salina y los procesos de sequía que vienen aparejados a algunos de estos fenómenos.

“Es un conjunto de efectos de carácter muy nocivo y para los cuales hay que prepararse mejor”, advierte el investigador Carlos Rodriguez.

El imprescindible proceso de adaptación exige normativas urbanas y de ordenamiento territorial para regular el uso de los inmuebles ubicados históricamente en áreas susceptibles de afectaciones, la reducción de las densidades de población en áreas más expuestas y reducir los elementos en riesgo en estas zonas en particular los servicios de emergencia.

Arquitectos y urbanistas coinciden en aconsejar el uso de materiales de construcción más resistentes que aseguran la permanencia de las construcciones ante la acción simultánea de efectos temporales de penetraciones del mar, fuertes vientos, e inundaciones, entre otras medidas básicas para evitar la afectación de los inmuebles.

El gobierno cubano aprobó en abril un plan de enfrentamiento al cambio climático que identifica las áreas priorizadas de atención para preservación de la vida de las personas en los lugares más vulnerables, la seguridad alimentaria y el desarrollo del turismo. También establece el proyecto de inversiones a ejecutar a corto, mediano y largo plazo.

Según versiones de ese programa divulgadas por los medios locales, el clima de este país es cada vez más extremo y se ha observado gran variabilidad en la actividad ciclónica, pues  desde  2001 hasta la fecha ha sufrido el impacto de nueve huracanes intensos, “hecho sin precedentes en la historia”.

Asimismo, se considera que las inundaciones costeras ocasionadas por la sobreelevación del mar y el oleaje, producidos por huracanes, frentes fríos y otros eventos meteorológicos extremos, representan el mayor peligro debido a las afectaciones que ocasionan sobre el patrimonio natural y el construido.

Editado por Estrella Gutiérrez

El artículo Ciudades caribeñas deben prepararse para huracanes más intensos fue publicado originalmente en IPS Agencia de Noticias.




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